Más o menos estuvimos criculando 40 minutos, nos dirijíamos a las afueras de Beijing, como puede una ciudad ser tan grande.
Cuando se detuvo el microbús no lográbamos entender muy bien donde estábamos, aquello no era la gran muralla China, entonces ¿dónde estábamos? Nos hiceron bajar a todos y nos llevaron dentro de un edificio, resulta que estábamos en una tienda de jade. ¿Nos habíamos levantado a las cinco de la mañana para estar a las siete en una tienda de jade? !No te jode con el jade¡
Aquello había sido una jugarreta pero nos la tomamos con resignación, visitamos la tienda, que por cierto era enorme y tal y como entramos salimos, tuvimos que esperar una media hora a que nuestros compañeros de viaje terminaran con las compras para proseguir con nuestro camino. La tienda por cierto estaba preparada de tal modo que para salir debías pasar por todos y cada uno de los mostradores, en cada mostrador había una vendedora que intentaba llamar nuestra atención, no obstante parecían más sorprendidas ellas de ver a cuatro estrangeros en su tienda que nosotros de estar allí dentro. Por lo visto los viajes organizados en China funcionan de esta manera, lo que ya no es tan normal es que estrangeros contraten este tipo de viajes, destinados casi exclusivamente al chino. El tema es el siguiente, los viajes en sí son baratos, muy baratos, vamos tirados de precio para que negarlo, por ejemplo nosotros pagamos desde Chengdú 1700 yuanes por persona, lo equivalente a 170€ por todo el viaje, este precio incluye el avión, el hotel, los desayunos y tres comidas, si tenemos en cuenta que el billete de avión son 140€ no hace falta ser muy listo para darse cuenta que los 30€ restantes no dan para sufragar el resto del viaje, de manera que se valen de estas "artimañas" para que les salgan las cuentas. Es decir, te llevan por diversas tiendas conpinchadas para que compres, la tienda se asegura un flujo constante de clientes y la agencia se lleva un porcentaje de lo que hayan comprado las personas que hayan llevado. Finalmente y cuando todos nuestros compañeros salieron de la tienda nos pusimos en marcha hacia la gran muralla china.
Como sucede con este tipo de monumentos tan grandes la ves mucho antes de llegar. Desde la lejanía ya se la veía serpentear entre las montañas. Como todo en China la muralla es grande, muy grande y no solo en tamaño sino también en belleza. Teníamos casi dos horas para caminar por la gran muralla, suficientes para llegar por lo menos hasta donde nos llegaba la vista y regresar cuando el hambre empezase a apretar.
Como no podía ser menos la gran muralla china tiene una puerta enorme, es tan maravillosa que Lluís anonadado por tanta belleza casi se parte la crisma al tropezar con un enorme bloque de piedra que había en el suelo. Estas cosas pasan sobretodo si no te fijas por donde vas. Una vez nos recuperamos los dos, él del susto y yo de la risa pudimos iniciar la visita.
El sol apretaba de lo lindo que unido a lo empinado de las escaleras en según que zonas de la muralla hacía que las piernas pesaran más de la cuenta. La verdad es que mientras vas subiendo estás más pendiente de llegar arriba de ver lo que te rodea, eso sí, una vez por fin estás en la parte más alta te relajas y disfrutas de la vista. Si vista desde abajo era bonita estar arriba es como cabalgar a lomos de un gran dragón volador. No me extraña que hace apenas una semana la nombraran una de las nuevas 7 maravillas del mundo, sin lugar a dudas un premio bien merecido. Después de hacer unas cuantas fotos y de difrutar del paisaje llegó la hora de ir a comer así que todos al microbús.
haciendo el tonto en la entrada a la gran muralla china
la gente nos pedía hecerse fotos con nosotros,
de esta me escapé por los pelos
de esta me escapé por los pelos
señora con paraguas paseando por la gran muralla
la muralla se pierde más allá de donde la vista alcanza
Lo que iba a venir despúes poco nos lo esperábamos, con un hambre de toro nos llevaron de compras a una especie de supermercado trampa, nada más llegar nos hicieron bajar del bus, había tanta gente que nosotros cuatro intentamos quedarnos dentro del autobús, cosa que la guía no nos dejó. A regañadientes entramos en aquel manicomio, era esperpéntico, estaba lleno de gente por todas partes, casi no se podía dar un paso sin tropezar con alguien. Tras dos minutos de estar allí dentro sentimos tal claustrofobia que intentamos por todos los medios encontrar la salida despesperadamente, algo que resultó harto complicado pues los mostradores estaban dispuestos de tal manera que era imposible llegar a la salida sin recorrer todo el supermercado. Como un día aquello se incendie no se podrán salvar ni las ratas.
Finalmente pudimos salir de aquel infierno para ir a parar nuevamente al autobús. La gente tardó más de la cuenta en salir del supermercado, con todo habíamos perdido una hora en aquel lugar y encima teníamos hambre. Una vez toda la tropa estaba en el autobús nos dirigimos a comer y esta vez sí, que por cierto era el restaurante que había en la primera tienda, la de las piedras de jade, ¿no te jode? toda la mañana dando vueltas para ir a parar al mismo sitio, pues digo yo que puestos a dar por culo (con perdón) que nos hubieran llevado primero al supermercado y luego a la tienda de jade si sabían que luego teníamos que comer allí mismo, ¿o es que quisieron llevarnos al supermercado con la barriga vacía para que compráramos a ciegas todo lo que se nos ponía por delante? En fín, paciencia.
La paciencia fué precisamente lo que se nos acabó tras abandonar el restaurante y ver que nuevamente nos llevaban a otra tienda, esta vez de perlas y medicina china. Primero discutimos porque no queríamos bajar del autobús y finalmente, una vez accedimos para no liarla demasiado acabamos explotando cuando intentaron hacernos entrar en una pequeña sala para hablarnos sobre las bondades de sus medicamentos. En cuanto vi aquel pasillo lleno de puertas y que nos querían meter en aquella habitación sí o sí me negué en redondo y exigí que me indicaran por donde estaba la salida. Al abrir lo que parecía la puerta de la salida nos encontramos nuevamente con la misma disposicón de mostradores en forma de "S" donde unas señoritas pretendían llamar tu atención para que compraras medicamentos, pero ni rastro de la salida. Nos estábamos empezando a poner nerviosos, eran las 15 o las 16 de la tarde, nos habíamos levantado a las 5 de la mañana y solo habíamos pasado 2 horas en la muralla china. El remate del tomate vino cuando la guía nos dijo que según el contrato estábamos obligados a entrar en aquella sala o a pagar 20 yuanes cada uno, aquí ya no pudimos más y lógicamente explotamos. No por el precio, en total 80 yuanes, que por otro lado con 80 yuanes en Beijing pasa una tarde muy agradable en cualquier terracita tomando un té o unas cervezas, sino por el hecho de tener que pagar por nuestra libertad y vernos en todo momento obligados a pasar por el tubo. La cosa se iba calentando hasta el punto que la guía de otro grupo, que supongo que ya se conocen todas se unió a nuestra guía para ayudarla a dominar la situación. No consiguió su cometido y acabamos saliendo los cuatro fuera del recinto. Nosotros no queríamos enfadarnos con la guía ya que sabíamos que ella hacía lo que la agencia le exigía, además también sabíamos que para los chinos esa es la forma normal de viajar, es más, les gusta que les lleven "de tiendas". Finalmente le dijímos a la guía que nuestra intención era la de proseguir el viaje por nuestra cuenta, que llamara a nuestra agencia en Chengdú y que arreglara las cosas porque estábamos hasta el gorro de ellos. Llamó a la agencia pero no sacábamos nada en claro así que Ruth pidió a la guía mientras esta estaba hablando con nuestra agencia que le pasara el teléfono. Yo creo que a la chica que había al otro lado del teléfono hoy, una semana después, todavía le están temblando las piernas.
Tras firmar una renuncia del contrato asumiendo que éramos responsables de lo que nos pasara a partir de ese momento por fin éramos libres. Acto seguido nos subimos al autobús y éste nos llevó al centro de Beijing. Éramos dueños de nuestro tiempo, podíamos andar por donde quisiéramos sin que nadie nos molestara. De hecho ya habíamos visitado los monumentos más representativos de Beijing, estábamos realmente cansados así que decidimos ir a tomar un té fresquito a una terracita que habíamos visto la noche anterior.
Tras descansar un poco pensamos que íbamos a hacer, el plan era claro, pasear un rato por la zona donde estábamos, buscar un buen sitio para cenar y ver nuevamente la plaza de Tiananmen pero esta vez de noche. Dicho y hecho. Si ya me gustaba Beijing del día anterior esta tarde acabó por robarme el corazón. Definitivamente me gustaría vivir en esta ciudad, lástima que haga tanta calor y humedad, pero bueno en comparación Barcelona no se diferencia demasiado en este aspecto.
Si de día la puerta de la paz celestial es bonita de noche, iluminada lo es el doble. A la plaza no se puede acceder, pues la cierran al público. De lejos se ven soldados patrullándola. Antes habíamos estado paseando por la zona más céntrica, disfrutando de las hospitalidad de los pequineses, disfrutando de los contrastes a los que ya nos tiene acostumbrados China. Solo hace falta desviarse unos metros entre dos grandes edificios llenos de luces para adentrarse en otra ciudad, más pequeña pero no por ello menos espectacular. Por momentos me recordaba a Blade Runner, me pregunto como será Hong Kong o Shanghai. ¿Conseguirán aunar en una misma ciudad tradición y modernidad de la misma manera que lo hace Beijing? De momento me tendré que quedar con la duda.
Y de esta manera transcurrió nuestro segundo dia en la capital china, algo más accidentada que la primera jornada pero que finalmente nos dejó un buen sabor de boca. A la mañana siguiente nos esperaba el palacio de verano de la emperatriz, en plena ciudad de Beijing aunque en la otra punta, pero eso ya os lo contaré mañana o pasado. Os dejo con las fotos.
curioso autobús eléctrico, funciona como un autodechoque
Dia, cada precio es una oferta
un momento de relax en un excelente café cercano a la zona céntrica de Beijing
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