Capítulo 1:
Bueno, todavía no hace ni una hora que Lluís y Guillem han iniciado su viaje de regreso que ya estoy aquí delante para narraros lo que ha sido sin duda alguna una gran experiencia en todos los sentidos. De hecho han pasado tantas cosas que lo mejor será empezar por el principio.
La primera de las sorpresas nos esperaba nada más abrir la puerta de casa para ir hacia el aeropuerto, Saya y Miho de las que nos habíamos despedido hacía apenas unos minutos sin saber cuando nos íbamos a volver a ver nos habían preparado un regalito sorpresa al más puro estilo japo, realmente simpático. No os podéis llegar a imaginar cuanto echamos de menos a Saya.
En la entrada nos esperaba nuestro chófer oficial con el que previamente ya habíamos quedado en que nos llevaría a Ruth, Lluís, Guillem y a mi al aeropuerto. El recorrido transcurrió sin incidencias, aunque no puedo decir lo mismo una vez llegamos al aeropuerto. Tras dar con la persona encargada de gestionar nuestros billetes, por si no os lo había dicho el viaje lo contratamos a través de una agencia china, nos encontramos con el primer problema. Al ir a recoger los billetes de avión nos dimos cuenta de que todos nuestros nombres estaban escritos erróneamente, todos, no se salvaba ni uno. En fin, después de 45 minutos de espera se acabó solucionando y finalmente pudimos subir al avión que nos llevaría hasta Beijing. Tras dos horas de vuelo llegábamos a la capital china a eso de las 19h.
En el aeropuerto de Beijing nos esperaba la guía y el resto del grupo con el que íbamos a compartir los siguientes cuatro dias. Nos subimos al microbus y como era de noche nos llevaron directamente al hotel, eso sí, antes de dejarnos en el hotel la guía nos torturó los oidos durante más de 40 minutos seguidos a través de los altavoces del microbus mientras nos explicaba un poco por encima la historia de Beijing.
Primera prueba superada, llegamos al hotel. Un edificio modesto pero limpio, confortable, viendo los alrededores parecia de lo mejorcito por la zona. Beijing está dividido en anillos, el más alejado es el quinto, nuestro alojamiento se encontraba precisamente en ese. Ya no hubo tiempo para más, cada uno se fue a su habitación y nos pusimos a dormir.
El dia siguiente empezó a las 6.30 cuando nos despertaron. Desayunamos churros, huevos duros para los más valientes y leche vegetal de cacahuete caliente.
La primera visita del día fue a la plaza de Tiananmen seguida del Gran Salón del Pueblo, donde se reúne actualmente el Congreso Nacional del Pueblo y finalmente la Ciudad Prohibida. Que deciros, simple y llanamente inmenso, la famosa plaza parece no tener fin, era pronto y todavía no había demasiada gente no obstante mirases donde mirases veias diminutas figuras caminando a lo lejos, un grupo de soldados que se acercaban en fila al son de un paso firme sin desviarse ni un milímetro como si se trataran de un solo bloque pasaron por nuestro lado sin pestañear.
Tras 20 minutos libres para pasear por la plaza visitamos El Gran Salón del Pueblo. La famosa imágen del auditorio con la estrella roja no pudimos fotografiarla porque estaban preprarando el escenario para una función de teatro, no obstante sí que pudimos entrar y ver lo enorme que es, hay que recordar que tiene capacidad para 10.000 personas, impresionante. Después de ver todas y cada una de las 29 salas volvimos a salir a la plaza ¿y como estaba la plaza? abarrotada.
Luego vino la Ciudad Prohibida pasando antes por la Puerta de la Paz Celestial, presidida por un enorme retrato de Mao. Gente gente y más gente por todas partes, la ciudad es muy bonita, es cierto, pero llena de gente hasta la bandera, lo que sigo sin entender es que los chinos estén viendo unos monumentos tan bonitos y se empeñen en hacerse fotos con nosotros, no deja de tener su gracia estar delante de la Puerta de la Paz Celestial, la del retrato de Mao y que te pidan hacerse una foto contigo, a mi no me importa sobretodo si se trata de un grupito de chicas, por mi encantado.
Una vez dentro de la Ciudad Prohibida no tardamos mucho en separarnos del grupo no sin antes negociar con la guía, finalmente quedamos en reunirnos a la salida. Tras más de dos horas deambulando por la Ciudad nos fuimos a comer todo el grupo juntos.
Después de llenar el buche nos llevaron a un Hutong, se trata de una especie de zona residencial cerrada muy típica en Beijing. La gente vive en pequeñas casitas rodeadas de jardines y parques, este que visitamos nosotros era de los más bonitos. Muchos han desaparecido pero parece ser que las autoridades chinas han comprendido el valor no solo turístico que tienen estos barrios tan entrañables sino que son una parte importantísima de su cultura y los están intentando mantener. Tras la visita al Hutong nos llevaron al centro de Beijing a pasear, la idea era visitar la zona más comercial de la ciudad, nosotros volvimos a separarnos del grupo, quedamos con la guía que ya nos espabilaríamos para volver al hotel.
Esta era la nuestra, toda la tarde libre para pasear libremente por el centro de Beijing. Creo que fue en este momento cuando me enamoré de la ciudad. Beijing es un pedazo de ciudad, pocas veces me he sentido tan a gusto paseando por una megalópolis, la sensación era la de estar paseando por una ciudad grandiosa pero con la comodidad y las ventajas de los pueblos pequeños, siempre salvando las distancias claro. En solo dos noches que pasamos paseando por las calles de Beijing encontramos multitud de rincones, terrazas y lugares magníficos para pasar un buen rato comiendo, tomando un té o simplemente charlando con los amigos o leyendo un libro o revista. Después de cenar por todo lo alto Pato al estilo Pequín y otras muchas delicias y de pasear para digerir un poco la cena cogimos un taxi hasta el hotel.
Quisiera aprovechar este momento para hablar de los pequineses. En Chengdú tenemos muchos amigos norteamericamos y koreanos que han viajado a Beijing y todos, incluso los propios estudiantes chinos que aquí conocemos, nos habían hablado bastante mal de los Pequineses. !Todo mentira¡ Son encantadores, para deciros que incluso uno de los taxistas que nos llevó al hotel al ver que nos había gustado mucho la música tibetana que llevaba puesta acabó por regalarnos el cd de música. En fin, que no me importaría nada pasar una buena temporada en Beijing, de hecho nos lo estamos planteando, si dentro de uno, dos o tres años la empresa evoluciona favorablemente es más que probable que acabemos por ir a vivir a la capital una temporada, y si la empresa no funciona pues también, para que andarse con tonterias. Esa noche llegamos al hotel a eso de las 0.00 h, estábamos agotados, la verdad es que el primer dia en Beijing había sido maravilloso, nada que ver con lo que nos esperaría al dia siguiente, pero eso ya os lo contaré mañana.
lunes, 9 de julio de 2007
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2 comentarios:
Me he quedado intrigada, con el final de tu relato, espero tus nuevos comentarios.
Ostres neeeeen, està molt be això que has escrit, t'has convertit en la meva memòria.
Àpa-li, a seguir relatant les nostres preripècies.
Petons
Lluís
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